http://dx.doi.org/10.20511/pyr2019.v7n2.282

ARTÍCULOS DE INVESTIGACIÓN

Explicaciones sobre el origen de la pobreza según área de formación profesional

Explanations about Poverty Origin According to Professional Training Area

Franco Bastias, Belén Cañadas, María Candelaria Figueroa, Valentina Sosa, María Julieta Moya

Explicaciones sobre el origen de la pobreza según área de formación profesional = Explanations about Poverty Origin According to Professional Training Area

Universidad Católica de Cuyo, San Juan, Argentina.


Resumen

La manera en que las personas y grupos explican la pobreza condiciona cómo se relacionan con ella. El presente trabajo indaga las explicaciones sobre el origen de la pobreza de estudiantes universitarios y analiza la relación de este posicionamiento con su área de formación profesional. Se administró un instrumento de evaluación que considera tres tipos de atribuciones - individualista, socioestructural y fatalista- a una muestra de 448 estudiantes universitarios avanzados de nueve carreras de ciencias sociales, con edades entre 19 y 42 años (M = 22.92; DT = 3.12). Los resultados obtenidos indican importantes variaciones en las explicaciones de la pobreza según área de formación profesional. Estudiantes de ciencias económicas enfatizaron la importancia de los factores individuales, estudiantes de psicología y abogacía tendieron a explicaciones mixtas y estudiantes de sociología mostraron una amplia preferencia por las causas socioestructurales. Se discuten las implicancias de los procesos atribucionales en las actuaciones de estos futuros profesionales hacia poblaciones en desventaja económica.

Palabras clave: Procesos atribucionales; Estudiantes universitarios; Formación académica; Pobreza.


Summary

The way in which individuals and groups explain poverty shapes how they relate to it. This paper inquires the beliefs of university students about the causes of poverty and analyses the relation of these beliefs with their professional training area. An assessment instrument that considers three type of attributions -individualist, socio-structural and fatalistic-, was administered to a sample of 448 advanced university students belonging to nine social sciences programs, aged between 19 and 42 years (M = 22.92; SD = 3.12). The results obtained indicate important variations in the explanations about poverty according to the professional training area. Students of economic sciences emphasized the importance of individual factors, psychology and law students tended to mixed explanations and sociology students showed a wide preference for socio-structural causes over individual and fatalistic causes. The implications of attributional process in the behavior of these future professionals towards economically disadvantaged populations are discussed.

Keywords: Attributional Process; University Students; Academic Training; Poverty.


Introducción

En general, las personas tienden a explicar su propio éxito como consecuencia de sus virtudes o atributos individuales, tales como la inteligencia, voluntad o perseverancia; mientras que cuando se trata de fracasos, tienden a hallar las causas en factores externos, como las circunstancias, otras personas o la mala suerte (Carr, 1996; Jones & Nisbett, 1972). Desde la teoría de la atribución, se conoce con el nombre de "factores disposicionales" al primer grupo de factores y "factores situacionales" al segundo (Nisbett & Ross, 1980). Dicha teoría se inicia con los aportes del psicólogo social Fritz Heider (1958), quién buscó entender cómo las personas explican el comportamiento, tanto propio como ajeno, y los acontecimientos de la vida. Al respecto, Ross (1977) describió que existe una tendencia general a sobreestimar la importancia de los factores personales o disposicionales y subestimar las influencias ambientales, a esta inclinación se la conoce como error fundamental de atribución o sesgo de correspondencia.

Al hablar sobre atribuciones causales de la pobreza se hace referencia a los juicios predominantes que establece un individuo o grupo como motivo de la pobreza y las características que definen a sus protagonistas (Dakduk, González & Malavé, 2010). Feagin (1972, 1975) aplicó el desarrollo teórico de los procesos atribucionales de Heider (1958) para comprender cómo los individuos y grupos explican la pobreza. Este autor, en su conocido estudio, solicitó a 1017 ciudadanos estadounidenses que calificaran una lista de posibles causas de la pobreza, y luego categorizó sus respuestas en factores individuales, estructurales o fatalistas. El primer grupo de factores se refiere a las características de la propia persona y su personalidad, como falta de motivación, habilidad o esfuerzo. El segundo, atribuye la pobreza a factores situacionales como un sistema de gobierno injusto o desigual, bajos salarios, escaso acceso a educación y salud de calidad. Por último, las atribuciones de tipo fatalistas, hacen referencia a variables que nos exceden como individuo y sociedad, tales como el destino, la mala suerte o la voluntad de Dios (Feagin, 1972). A partir de este trabajo y por las siguientes dos décadas, estudios similares con grandes muestras fueron llevados a cabo en países de distintos continentes, tales como, Australia (Feather, 1974), India (Pandey, Prakash, Sinha & Triparthi, 1982) y el Reino Unido (Furnham, 1982).

Un renovado interés en los procesos atributivos fue impulsado principalmente por los estudios de Bernard Weiner, quién junto a su equipo explicó cómo las atribuciones causales afectan nuestras emociones y conductas. Una serie de experimentos mostraron que existe una mayor tendencia a prestar ayuda y vivenciar emociones positivas hacia una persona cuando su problema se atribuye a causas externas, más que si se relaciona con características internas del individuo (Weiner, 1980; Zucker & Weiner, 1993). Si bien en un comienzo las investigaciones en esta línea se realizaron sobre problemáticas de obesidad, discapacidad y abuso de alcohol (DeJong, 1980; Weiner, 1980), posteriormente se dirigieron a entender el comportamiento y los sentimientos a partir de explicaciones sobre la pobreza (Zucker & Weiner, 1993).

Se ha enfatizado la naturaleza social y colectiva de estas atribuciones, teniendo en cuenta cómo el pensamiento social condiciona las relaciones sociales entre individuos y grupos de individuos, como así también las relaciones que éstos establecen con la realidad (Hewstone & Agoustinos, 1998). Desde este lugar, la manera en que la sociedad se representa a la pobreza condiciona cómo se relaciona con ella (Bayon, 2015). La predominancia de la atribución individualista en ciertas sociedades puede conducir a la estigmatización y culpabilización de los pobres; puesto que los mismos pobres son responsables de su propia realidad, ni el Estado ni la sociedad en general deben hacerse cargo de su situación (Bayon, 2015; Campbell, Carr, & MacLachlan, 2001; Cozzarelli, Wilkinson & Tagler, 2001). De acuerdo con Goffman (1970), este estigma implica la identificación y el etiquetamiento del grupo como grupo de menor valor, lo desacredita para la aceptación social y lo juzga como incapaz, esto hace que sean destinatarios de discriminación y exclusión social. Asimismo, la percepción de la pobreza tiene un rol clave en el mantenimiento de la desigualdad, por ejemplo, en la delimitación de las fronteras de la intervención del Estado (Lepianka, Gelissen & van Oorschot, 2010). Esto es, el apoyo a planes o programas de ayuda social o ciertas políticas sociales puede verse condicionado por la percepción hacia los grupos sociales destinatarios de estas políticas (Bullock, Williams & Limbert, 2003; van Oorschot & Halman, 2000).

Por otro lado, estudios señalan que cuando predominan las atribuciones de tipo estructuralistas o externas es posible reconocer la posición de los pobres como desfavorable en la estructura social (van Oorschot & Halman, 2000; Paugam, 2007; Reidpath, Chan, Gifford & Allotey, 2005). Esta razón implica el deber del Estado de responder ante la desigualdad, con el fin de alcanzar justicia social (Bayon, 2015). Desde esta perspectiva, es posible hacerle frente a la estigmatización y discriminación de los pobres, proponiendo la inclusión y valorización de este grupo social desfavorecido. Vázquez y Panadero (2009) consideran de suma importancia el papel de las atribuciones causales de la pobreza en la formación de las actitudes de los individuos y las estrategias de respuestas que éstos utilizan frente a los problemas. Estas influyen en las expectativas, emociones y conductas que las personas manifiestan hacia estos grupos sociales y que inciden en las políticas y las relaciones con ellos (Smith & Stone, 1989).

Además de las atribuciones causales de la pobreza, cabe mencionar otras variables, consideradas psicosociales o ideológicas, que han sido estudiadas por la psicología política en su función de mantener las desigualdades vigentes (ver Jost & Hunyady, 2005). Entre éstas se identifican, por ejemplo, la orientación a la dominancia social (Pratto, Sidanius, Stallworth & Malle, 1994), autoritarismo del ala de derechas (Altemeyer, 1981, 1996, 1998) y creencia en un mundo justo (Lerner, 1965, 1980). Investigaciones reportan que a mayores niveles de las variables mencionadas mayor tendencia a privilegiar las atribuciones causales individuales sobre las socioestructurales (e.g., Bullock et al., 2001; Cozzarelli et al., 2001; Furnham, 1982, 2003; Gatica, Martini, Dreizik & Imhoff, 2017).

Se encuentra fuertemente documentado que los patrones de explicación del origen de la pobreza difieren según distintas variables sociodemográficas como edad, sexo, religión, nivel educativo, clase social, grupo étnico, región de residencia, entre otros. Sin embargo, se encuentra escasa bibliografía en relación con la variación en las explicaciones según tipo de formación académica recibida para el futuro ejercicio profesional. Entre los antecedentes recuperados, se encuentran varios estudios en distintos países sobre atribuciones causales de la pobreza con estudiantes universitarios de una misma carrera (e.g., Nasser & Abouchedid, 2001; Reyna y Reparaz, 2014; Vázquez y Panadero, 2009). Algunos estudios comparan las perspectivas entre estudiantes de la misma carrera ubicados en diferentes etapas de su educación (Guimond et al., 1989; Schwartz y Robinson, 1991) y otros realizan un seguimiento del mismo grupo de estudiantes a lo largo de su formación académica de grado (Gasker & Vafeas, 2003; Guimond & Palmer, 1990; Weaver y Yun, 2011). No obstante, se observa que pocos estudios realizan un análisis de las diferencias según el área de formación profesional en que están insertos los estudiantes (Guimond, Begin & Palmer, 1989; Ljubotina & Ljubotina, 2007; Sun, 2001; Weiss, 2006), y cuando este análisis es el objetivo del estudio se realiza casi exclusivamente en relación a estudiantes de trabajo social, sin tener en cuenta otras carreras. Por ello, la originalidad del presente estudio reside en comparar los perfiles de los estudiantes universitarios avanzados de nueve carreras afines a las ciencias sociales y presentar una discusión sobre las implicaciones y alcances de estos hallazgos.

Otra característica general advertida en los antecedentes es que las muestras no comprenden a ciudadanos de países latinoamericanos. Al respecto, un completo artículo de revisión confirma las críticas de Harper (2003) al mostrar que "los aportes más significativos de la investigación en este campo se han llevado a cabo en países desarrollados, donde las personas pobres constituyen grupos minoritarios de sus poblaciones" (Dakduk et al., 2010, p. 423). El presente trabajo pretende realizar una contribución a esta línea de trabajo tomando una muestra en un país en vías de desarrollo, en Latinoamérica. Considerada la región de mayor desigualdad del mundo y en donde el 30,7% de la población se encuentra bajo la línea de la pobreza (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2016). Asimismo, la muestra escogida es de estudiantes de carreras afines a las ciencias sociales, cuyo ejercicio profesional podrá contribuir, directa o indirectamente, en la reducción de la pobreza.

Método

Participantes y procedimiento.

Este estudio utilizó un muestreo no probabilístico, de tipo intencional. Participaron 448 estudiantes con edades comprendidas entre 19 y 42 años (M = 22.92; DT = 3.12), de los cuales un 69,2% (n = 310) fueron de género femenino. En este grupo, un 3.1% (n = 14) se autoposicionó como perteneciente a la clase social baja, 46% (n = 206) a la clase social media baja, 45.3% (n = 203) media alta, 0.4% (n = 2) a la clase alta, y el 5.1% (n = 23) no informó la clase social. Con el propósito de que los estudiantes participantes hayan recibido una importante formación académica en su área profesional, se incluyó a los cursos de tercero, cuarto y quinto año de las distintas carreras de grado.

Los estudiantes cursaban carreras afines a las Ciencias Sociales, 60.9% (n = 273) pertenecientes a una universidad de gestión privada y 39,1% (n = 175) a una universidad de gestión pública de San Juan, Argentina. Entre las carreras se incluyen, de la universidad pública: Licenciatura en Trabajo Social (n = 58), Licenciatura en Comunicación Social (n = 38), Licenciatura en Sociología (n = 20), Licenciatura en Ciencias Políticas (n = 20) y Abogacía (n = 36); y, de la universidad privada: Licenciatura en Administración de Empresas (n = 43), Contador Público (n = 41), Licenciatura en Recursos Humanos (n = 56) y Licenciatura en Psicología (n = 136).

Se informó a los participantes que los cuestionarios que iban a completar formaban parte de un estudio científico-empírico y que todo el tiempo se respetaría el anonimato. La aplicación se realizó de forma individual, dentro de las aulas y sin límite de tiempo. Se cuidó que los participantes no compartieran sus respuestas ni sus impresiones acerca de los enunciados del instrumento. Al menos dos investigadores estuvieron presentes en la recolección de datos. Luego de la toma, se profundizó la explicación sobre los objetivos de la investigación ante los participantes. Los datos obtenidos fueron procesados en software SPSS versión 20.

Instrumento.

El presente trabajo aplica una adaptación al español y al contexto argentino, realizada por Gatica et al. (2017), de la escala de Bullock et al. (2003). La misma ha mostrado adecuadas propiedades psicométricas en su aplicación a estudiantes universitarios cordobeses, en sus tres subescalas: atribuciones individualistas (α = .92), socioestructurales (α = .84) y fatalistas (α = .68). Se trata de un cuestionario autoadministrado con respuestas tipo Likert de cinco anclajes que presenta el siguiente enunciado disparador: "Piense un momento por qué cree que las personas son pobres. A continuación, le presentamos un listado de posibles causas de la pobreza. Por favor, marque la importancia de cada una como causa de la pobreza, siendo 1 (‘nada importante’) y 5 (‘muy importante’)". El listado contiene 32 causas organizadas en tres dimensiones y distribuidos de manera aleatoria: 12 ítems de atribuciones individualistas (e.g., "falta de motivación y vagancia"), 15 ítems socioestructurales (e.g., "un sistema económico que fomenta la competencia sobre la cooperación") y 7 ítems fatalistas (e.g., "solo mala suerte"). Los ítems en cada subescala se promedian para brindar una puntuación total donde un puntaje mayor indica que se realizan más atribuciones de ese tipo. También se incluyó en el instrumento una sección dedicada a indagar otros datos, tales como, edad, género, clase social autopercibida, carrera universitaria y año de cursado.

Resultados

En un primer análisis descriptivo de los datos, se reporta la media general de cada dimensión para el total de la muestra. Los factores considerados más importantes para explicar la pobreza por los estudiantes de ciencias sociales encuestados fueron los factores socioestructurales (M = 3.64, DT = 0.64), seguido por los factores individuales (M = 3.22, DT = 0.99) y, por último, los fatalistas (M = 1.48, DT = 0.60). Ahora bien, las explicaciones de la pobreza varían según el área de formación profesional. En la representación gráfica de estos resultados en la Tabla 1 y Figura 1, se observa una importante variación en los puntajes con respecto a los factores individuales (rango de 1.65 a 4.00; dif: 2.35), mientras que no hay grandes diferencias en los factores socioestructurales (rango de 3.31 a 4.19; dif: 0.88) y, aún menos, en los fatalistas (rango de 1.13 a 1.67; dif: 0.54). Asimismo, se destaca que en las nueve carreras que toma este estudio la media de las causas socioestructurales supera el punto medio de la escala o media teórica (MT = 3.0). Lo antedicho señala un acuerdo general de la totalidad de los encuestados en la fuerte incidencia de los factores socioestructurales en la pobreza y el débil efecto de los fatalistas, mientras que el disenso es amplio con respecto al peso de los factores individuales.

Los participantes encuestados, según su carrera, parecen tender a explicar la pobreza tomando tres posicionamientos: i) Estudiantes que otorgan una importancia relativa mayor a los factores individuales que a los socioestructurales (diferencia < 1); ii) Estudiantes que tienen una leve preferencia hacia los factores socioestructurales sobre los individuales (diferencia < 1); iii) Estudiantes que tienen una marcada preferencia hacia los factores socioestructurales sobre los individuales (diferencia > 1,5). En relación con los factores fatalistas no se observan importantes variaciones según carrera universitaria estudiada.

Los estudiantes del primer grupo cursan carreras de ciencias económicas, tales como, licenciatura en administración de empresas, contador público y recursos humanos. Administración de empresas y Contador tienen llamativamente la misma puntuación en factores individuales (M = 4.00), con una leve diferencia en socioestructurales (M = 3.31 y M = 3.35, respectivamente) y fatalistas (M = 1.67 y M = 1.51, respectivamente). La similitud de ambos perfiles puede explicarse por compartir no solo la misma facultad sino también dos años de formación básica, con el cursado de las mismas materias. Cabe destacar que para los estudiantes de ambas carreras la influencia de los factores individuales en la situación de pobreza es mayor que en cualquiera de los otros grupos (M = 4.00). Por otra parte, si bien los estudiantes de recursos humanos son incluidos en este primer grupo por valorar a lo individual (M = 3.54) sobre lo socioestructural (M = 3.42), se observan la menor brecha entre ambos factores. Probablemente las diferencias se deben a que la Licenciatura en Recursos Humanos se ofrece en una Facultad distinta a la que enseña Contador y Administración de Empresas. Además, Recursos Humanos comparte parte del cuerpo docente con Psicología, perfil con el que más similitud presenta.

El segundo grupo está compuesto por las carreras psicología, abogacía y comunicación social, mostrando los estudiantes de comunicación social una diferencia más amplia en la ponderación de factores socioestructurales (M = 3.88) sobre individuales (M = 3.19). Entre las nueve carreras estudiadas, aquellas que mayor tendencia muestran a explicaciones mixtas, al otorgar una importancia bastante equivalente a factores individuales y socioestructurales, son Psicología (M = 3.37 y M = 3.58, respectivamente) y Abogacía (M = 3.30 y M = 3.63, respectivamente) y, como se había mencionado, Recursos Humanos (M = 3.54 y M = 3.42, respectivamente).

Por último, los estudiantes del tercer grupo son de las carreras ciencias políticas, trabajo social y sociología. Entre estas carreras, Ciencias Políticas y Trabajo Social tienen puntuaciones muy similares entre sí con una preferencia a los factores socioestructurales sobre los individuales de aproximadamente 1,5 puntos más, mientras que Sociología muestra una diferencia, a favor de lo socioestructural, de 2,54. Asimismo, Sociología es la carrera, entre las nueve consideradas, que obtiene los puntajes extremos en los tres factores, con la máxima en causas socioestructurales (M = 4.19), la mínima en individuales (M = 1.65) y fatalistas (M = 1.13).

Asimismo, se analizaron las diferencias atribucionales según clase social autopercibida, tal como se observa en la Tabla 2. Debido a la limitada cantidad de estudiantes que se autoposicionó de clase alta (n = 2) y de clase baja (n = 14), las cuatro categorías originales de clase social fueron recodificadas y agrupadas en dos valores, por un lado, clase alta y media-alta (n = 208) y, por otro lado, clase baja y media-baja (n = 217). Ambos grupos colocan a los factores socioestructurales sobre los demás, aunque se observan importantes diferencias en la importancia otorgada a factores individuales. Esto es, los estudiantes de clase social alta y media-alta valoran más las explicaciones individuales (M = 3.44, DT = 0.94) que los estudiantes de clase baja y media-baja (M = 2.97, DT = 1.00), con diferencias estadísticamente significativas (t = 4.94, g.l.= 414, significación bilateral .000).

Con relación al género, la prueba T de Student para muestras independientes mostró que, si bien tanto el género femenino como el masculino otorgan mayor importancia a los factores socioestructurales que a los demás, existe una media más alta en este primer grupo con una diferencia estadística significativa (t = -1.98, g.l.= 429, significación bilateral 0.04). Además, como se observa en la tabla 3, las personas de género masculino puntúan mayor en factores fatalistas que el femenino, también con diferencias significativas (t = 2.60, g.l.= 429, significación bilateral 0.009). Sin embargo, entre ambos grupos, no se han obtenido diferencias significativas en la importancia de los factores individuales (t = 0.24, g.l.= 429, significación bilateral 0.81), donde la diferencia de media es muy estrecha (.03).

Por último, se realizó una evaluación de la consistencia interna de la escala atribuciones causales de la pobreza utilizando alfa de Cronbach, la cual señaló un índice aceptable para la escala total (α = .76). A su vez, para cada una de las tres subescalas, el coeficiente fue excelente para atribuciones individuales (α = .92), bueno para atribuciones socioestructurales (α = .83) y de menor consistencia interna para atribuciones fatalistas (α = .61).

Discusión

Estudios han demostrado que las opiniones públicas tienen gran incidencia en la agenda política de una nación (Yeboah & Ernest, 2012). En países en vías de desarrollo, como Argentina, la superación de la pobreza es una de las principales preocupaciones de los gobiernos, quienes generalmente cuentan con el apoyo del público en general para afrontar la problemática, antes y después de ser elegidos. No obstante, con frecuencia se presentan desacuerdos sobre el diseño de las políticas públicas y resistencia en la implementación de las mismas. En este sentido, conocer la manera en que la sociedad entiende y explica la pobreza resulta importante para, por un lado, el diseño y, por otro lado, la implementación de las estrategias para combatirla. Se espera que estos estudios permitan arrojar luces para entender la opinión pública acerca del origen de la pobreza, ayudando a los responsables políticos a lograr políticas de estado consensuadas.

Los resultados de esta investigación muestran un amplio acuerdo en la explicación de la pobreza según causas socioestructurales, tanto en la comparación entre perfiles profesionales como entre clases sociales. Sucede lo contrario con las causas individuales, donde tiene lugar un gran desacuerdo, o con las fatalistas, cuya importancia es muy baja. Esto sugiere que aquellas políticas públicas que aborden y permitan superar los obstáculos socioestructurales para la igualdad podrían obtener mayor respaldo que aquellas que se dirijan a superar un obstáculo personal. Del mismo modo, la búsqueda del consenso social en las comunicaciones acerca de la pobreza, en discursos oficiales y en medios de comunicación, podrían resultar favorecidas al poner el foco en los factores socioculturales en lugar de abrir discusiones sobre el papel de las diferencias individuales.

Por otro lado, la educación puede jugar un papel clave en la sensibilización de los miembros jóvenes de la sociedad con respecto a la pobreza (Denegri, Cabezas, Páez, Vargas & Sepúlveda, 2009). Es esperable que durante la formación académica se adquieran cualidades personales necesarias para una práctica competente en el futuro ejercicio de la profesión. En este sentido, el estudio acerca de las atribuciones causales de la pobreza en estudiantes universitarios adquiere especial relevancia, ya que dicha variable influye en las expectativas, emociones, conductas y decisiones hacia poblaciones en desventaja económica. Más aún, cuando se trata de estudiantes de ciencias sociales, puesto que, en el ejercicio de la mayoría de estas profesiones, el contacto con personas en contextos de pobreza forma parte del quehacer cotidiano. Al respecto, Denegri et al. (2009) enfatiza que la construcción de un juicio crítico con respecto a la propia actuación, tanto personal como profesional, por parte de los universitarios, estimula el desarrollo de un pensamiento social que constituye la base de la participación ciudadana. Mediante los avances en este tipo de estudios se pueden emprender actuaciones en la formación profesional de los jóvenes que haga foco en las actitudes más que en las aptitudes para lograr una mayor eficiencia profesional contra la vulnerabilidad social.

Por último, en acuerdo con Álvarez-Castillo, Corpas-Reina y Corpas-Reina (2016), se considera que estos estudios pueden realizar contribuciones para la selección y promoción del personal. Más allá de los conocimientos técnicos específicos requeridos para un puesto, la evaluación de los aspectos conductuales y actitudinales puede revelar que la incorporación de determinados perfiles profesionales, o la asignación de una mayor responsabilidad a través de un nuevo cargo, podrían no ser adecuadas en relación a la tarea a desempeñar. Esto es, por ejemplo: ¿las intervenciones del psicólogo en contextos de pobreza podrían ser más adecuadas si focalizan en el individuo y en capacidades y competencias que este podría desarrollar para cambiar su situación de vulnerabilidad? O bien, ¿estos profesionales parecen estar mejor preparados actitudinalmente para intervenir a niveles de Estado y en las políticas públicas? En este sentido, estos estudios arrojan luces sobre la idoneidad, e incluso el interés (Weiss, 2006), para llevar a cabo micro o macro intervenciones, dirigidas al cambio o modificación del individuo o del sistema.

Desde los primeros estudios sobre atribuciones causales de la pobreza, los estudiantes de trabajo social con frecuencia han constituido la muestra de estas investigaciones. En general, los resultados han mostrado que estos estudiantes tienden a favorecer factores externos más que explicaciones basadas en características de las personas pobres (Cryns, 1977; Ljubotina & Ljubotina, 2007; Merdinger, 1982; Roff, Adams, and Klemmack, 1984; Sharwell, 1974; Schwartz y Robinson, 1991; Weaver & Yun, 2011; Sun 2001). Frente a esto, son congruentes los resultados obtenidos en la presente investigación, donde los estudiantes de trabajo social muestran una clara preferencia por factores socioestructurales sobre los individuales, con diferencias estadísticamente significativas. Asimismo, las explicaciones de la pobreza según factores fatalistas tienen una recurrencia muy escasa, tal y como sucede en estudios previamente citados. Un perfil profesional similar se observa en estudiantes de ciencias políticas y sociología, aunque en este último grupo es aún mayor la brecha entre factores socioestructurales e individuales. En relación con esto último, no se han encontrado estudios que consideren a estos estudiantes como muestra para realizar comparaciones con los hallazgos presentados en este artículo. Las mismas limitaciones para la discusión de los resultados se presentan con estudiantes de abogacía y comunicación social.

A diferencia de los trabajadores sociales, las investigaciones sobre estudiantes de psicología no exponen un perfil unívoco acerca de la preferencia hacia algún grupo de factores. Algunos antecedentes señalan una mayor puntación en factores individuales (Cozzarelli et al., 2001), mientras que otros en factores estructurales (Bobbio, Canova & Manganelli, 2010; Nasser, Singhal & Abouchedid, 2005). En el caso de Argentina, es necesario mencionar que históricamente la formación de grado del psicólogo ha sido preponderantemente orientada a la práctica clínica privada, desde un enfoque individual (Fierro y Di Doménico, 2017; Fierro, Di Doménico y Klappenbach, 2016). Partiendo de esto, se sostuvo como hipótesis que los psicólogos presentarían explicaciones sobre la pobreza que ubicaran tanto el problema como la solución en el individuo, como sucede generalmente en el ámbito clínico, en lugar de tener un enfoque contextual del problema. No obstante, los resultados mostraron que este colectivo otorga una mayor importancia relativa a factores socioestructurales sobre los individuales, aunque con escasa diferencia. Se presenta el interrogante, para futuros estudios, si existen diferencias en el perfil del psicólogo en el aspecto indagado como efecto de las recientes modificaciones curriculares en el marco de los procesos de acreditación llevados a cabo en Argentina y en los que la carrera en cuestión participa desde el año 2013. En el psicólogo, la apertura a diversas áreas o campos de ejercicio profesional, como así también la interdisciplina, podría promover las explicaciones mixtas. Esto es, que una misma persona conciba distintas causas, por ejemplo, otorgando una importancia similar a los factores individuales y socioestructurales. Ante esto, cabe preguntarse si el recurrir a explicaciones mixtas puede favorecer la flexibilidad en las intervenciones frente a las diferencias contextuales e individuales.

Con respecto a los estudiantes de ciencias económicas, contadores y administradores de empresas, se observa una clara preferencia por los factores de tipo individuales sobre los demás, con diferencias estadísticamente significativas. Estos hallazgos son congruentes con el estudio de Yeboah y Ernest (2012) en estudiantes de marketing, quienes ponderaron los factores individuales, y difieren de las conclusiones de Guimond et al. (1989) en estudiantes de administración, quienes mostraron preferencia por lo socioestructural. Sin embargo, cabe aclarar que el estudio longitudinal de Guimond et al. (1989) se realiza en estudiantes que se preparan para ingresar a la universidad y en su primer año y segundo año en la carrera, mientras que la muestra de la presente investigación incluye estudiantes más avanzados, de tercero, cuarto y quinto. Además, Guimond et al. (1989) muestra que, si bien siempre se mantiene la preferencia sobre los factores socioestructurales, al progresar en la carrera de economía los estudiantes aumentan la culpabilización al pobre y al desempleado por su situación, al mismo tiempo que disminuyen la culpabilización al sistema. Esto sugiere que la formación académica puede haber tenido incidencia en las actitudes de los estudiantes avanzados encuestados.

En relación con las diferencias en el proceso atribucional según género y clase social, los resultados obtenidos se condicen con conclusiones de estudios previos (Carr & MacLachlan, 1998; Cozzarelli et al., 2001; Hunt, 1996; Schwartz y Robinson, 1991; Sun, 2001). Las personas de género femenino otorgan una mayor importancia a causas estructurales, mientras que recurren en menor medida a factores fatalistas, que las de género masculino. Por otro lado, los resultados coinciden con algunos estudios previos (e.g., Bullock, 1999; Hunt, 1996; Palomar & Cienfuegos, 2006) en cuanto señalan que las clases sociales favorecidas tienden a mostrar un mayor respaldo a factores individuales que las clases desfavorecidas. Lo que podría estar asociado al aumento de la autoestima, bienestar psicológico, entre otras variables psicológicas, al considerar la situación económica como fruto del propio esfuerzo y/o algunas virtudes personales.

Se presentan a continuación las limitaciones del estudio y propuestas para futuras investigaciones. Si bien en este estudio se consideró a estudiantes avanzados para conocer el perfil de estos egresados en relación a las actitudes hacia las personas pobres, no se indagó en qué medida este perfil es consecuencia de la formación académica, o bien, se asocia con una perspectiva pre-existente que luego es reforzada por la universidad. Para ello, se propone indagar la variable en estudio considerando como muestra a aspirantes al ingreso a la universidad y estudiantes en diferentes etapas del cursado de la carrera universitaria, o bien, estudios experimentales con un diseño pre y post-test que analicen una relación causal entre formación académica y las actitudes de los estudiantes. Por otro lado, cabe aclarar que no forma parte de los objetivos de este estudio la comparación entre los estudiantes según su universidad. Sin embargo, se recomienda que futuras investigaciones consideren este aspecto al comparar grupos de estudiantes de ambas universidades, de la misma carrera, para analizar las implicancias del tipo de formación según el tipo de gestión pública o privada.

 

Referencias

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Álvarez-Castillo, J. L., Corpas-Reina, R., & Corpas-Reina, C. (2016). El prejuicio de profesionales que trabajan con personas en exclusión social en Andalucía: un enfoque de proceso dual. Psychosocial Intervention, 25(3), 149-158. Doi: http://dx.doi.org/10.1016/j.psi.2016.02.001

Bayón, C. (2015). La integración excluyente. Experiencias, discursos y representaciones de la pobreza urbana en México. Universidad Nacional Autónoma de México/Bonilla Artigas Editores, SA de CV.

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*Correspondencia :

Email: francobastias@uccuyo.edu.ar

 

 

Recibido 24-01-19

Revisado 02-02-19

Aprobado 13-03-19

En línea 02-04-19

Nota:

La presente investigación se desarrolló en el marco del programa de investigación "Pobreza, desigualdad e inclusión social" del Instituto de Investigaciones en Psicología Básica y Aplicada (IIPBA) de la Universidad Católica de Cuyo (UCCuyo). Se menciona, asimismo, que el primer autor de este artículo es beneficiario de una beca doctoral de dedicación exclusiva cofinanciada entre la UCCuyo, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Secretaría de Estado de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Provincia de San Juan (SECITI).